¿Y qué sigue ahora?
Rodrigo Aravena González Economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
En ocasiones previas he reiterado, quizás insistentemente, que esta crisis es muy distinta a cualquiera observada en el pasado. Por ello, argumentaba que necesitábamos más información antes de proyectar potenciales impactos y desafíos que enfrentaremos una vez superada esta pandemia. Sin embargo, diversos hitos clave en las últimas semanas —en materia sanitaria, económica y política— dan luces para tratar de responder la pregunta que planteo en el título.
Partamos con una dosis de realismo. Factores como la ausencia de una vacuna y los recientes rebrotes de Covid-19, principalmente en países que habían destacado por estrategias de contención efectivas (Australia), confirman que tendremos que convivir por más tiempo con esta pandemia. En otras palabras, es prácticamente un hecho que no sólo este año, sino que además parte de 2021 (al menos), estará marcada por una apertura muy gradual, con medidas de distanciamiento social e imposibilidad de realizar algunas actividades intensivas en contacto social. Indudablemente, ello nos adelanta un cuadro que estará marcado por una recuperación incompleta, es decir, aquella donde difícilmente podremos alcanzar, en un horizonte cercano, niveles de actividad pre crisis. Es importante destacar que este desafío no sólo lo enfrentará Chile, sino todo el mundo, como destacó The Economist a fines de abril.
A estas alturas también podemos anticipar innumerables desafíos de política económica, que estarán presentes por un largo tiempo. Ello podría generar un deterioro más persistente del empleo, con el riesgo de tasas de desocupación de dos dígitos al menos por un par de años.
Eso no sólo tendría efectos en el crecimiento, sino que además en indicadores claves del desarrollo, como distribución y niveles de pobreza, por ejemplo. En este sentido, buenas políticas sin duda marcarán la diferencia.
A raíz de lo anterior, también podemos anticipar, desde ya, la urgencia de establecer una senda creíble y responsable de consolidación fiscal hacia el largo plazo. Simplemente no es sostenible seguir gastando más de lo que podemos, tal como lo hicimos gran parte de la década anterior, principalmente desde 2014. Esta situación es aún más urgente al considerar la combinación de mayores gastos comprometidos y una recaudación tributaria que se verá afectada por el menor crecimiento económico. Sin duda, esta situación requiere un análisis a fondo, que parta por evaluar el tipo y magnitud del gasto fiscal, con especial énfasis en su productividad y capacidad de focalización de acuerdo a las reales necesidades. Construir presupuestos desde cero no es una mala idea.
Todos los desafíos futuros requerirán discusiones de políticas públicas del más alto nivel, lo cual ha sido un elemento diferenciador de Chile durante las últimas décadas. Ello es más importante que nunca, dada la magnitud de la crisis y el deterioro que han sufrido algunos fundamentos de largo plazo. Debemos estar conscientes de que algunas decisiones tendrán costos y serán impopulares (aunque necesarias), principalmente las relacionadas con reducir estímulos fiscales. En este contexto, es vital que no exista más desacople entre recomendaciones de los técnicos y las medidas finales que se adopten. Al final del día, tenemos el desafío de hacer lo correcto y seguir construyendo el camino el desarrollo.